miércoles, 6 de mayo de 2009

Pandemia o Epidemia Humana?


Yo no me hice vegetariano pensando en mi salud, lo hice pensando en la salud de los pollos. Isaac Bashevis Singer


Ante la amenaza mundial de una pandemia humana por efecto de un virus atribuido, esta vez, a los cerdos, todos reaccionamos
de alguna manera porque, a diferencia del Sida o el Cáncer, donde aparentemente “algo tenemos que ver” para que nos pase, ya sea conductas inapropiadas o “mal manejo” de sentimientos, con una gripe de este tipo estamos “todos” expuestos y podemos ser presa masivamente de la epidemia tengamos cierta orientación sexual, hagamos uso de drogas y jeringas o tengamos o no sexo indiscriminado.

Las reflexiones leídas y escuchadas hasta el momento buscan culpables –como usualmente hacemos los humanos–, que si será un virus creado en laboratorio, que si es una estrategia de marketing ante la baja de ventas en las farmacias, que si las grandes industrias ponen en riesgo a las poblaciones aledañas con sus crías masivas, etc. Pero, como ocurre con la contaminación, la violencia, la miseria humana, nadie reflexiona sobre el sentido de responsabilidad personal.

Me dirán ¿pero qué tengo que ver yo con que se desate una epidemia como ésta? ¿Yo? Si soy una víctim
a inocente gracias al mal manejo de las empresas de carne, etc. Y ocurre que una vez más, gracias a desproporciones como éstas, nos damos cuenta de que ¡Oh! Todos habíamos estado conectados! Una cerca, electrificada o no, no nos separa del aire que compartimos todos; como embolsar la basura y tirarla en un contenedor para no verla más no me exime de ser dueño y responsable de esos deshechos; o cerrar las puertas de mi casa y los ojos ante la violencia o la miseria. Todos estamos relacionados y somos responsables de lo que pasa con el otro, con la humanidad, con la tierra, con todos sus habitantes.

Nuestras “retrasadas” culturas ancestrales no comen carne todos los días, lo hacen solamente en épocas de celebración, ofreciendo a la Pachamama un poco de la sangre y la carne del animal para agradecer el alimento, por gratitud al animal que ha sacrificado su vida a favor de la nuestra. Otras culturas, como la de los australianos originarios, “retrasados” también, hacen un ritual para pedir permiso a un animal y que éste se ofrezca voluntariamente para alimentarnos. Los judíos tenían o tienen un experto en sacrificar animales, alguien especializado para matar sin hacerlos sufrir, no solamente porque la carne se contamina cuando el animal está asustado –como es lógico que ocurra ante un asesinato–, sino para evitarle sufrimiento.

Hoy, especialmente en las ciudades grandes "civilizadas" por cierto, los niños nunca vieron un pollo vivo. La mayoría de la gente ni se p
one a pensar al abrir una lata el proceso por el que pasó ese alimento que llevarán a la boca al descuido y rápidamente. Nadie piensa, ni en el tiempo que lleva a un ser vivo a desarrollarse, ni el cuidado que necesita, ni el trabajo, ya sea de sembrar, cosechar, transportar, vender, envasar… sacrificar.

¿Los criaderos industriales son “inhumanos”? ¿Cómo se dirá a favor de los animales? ¿No hay una palabra como “genocidio” para esas prácticas, que se crían hacinados, y donde hay hacinamiento hay propensión a virus y otras enfermedades? ¿No es verdad que esta gran industria solamente responde a una “gran demanda”?

¿Cuán responsable soy de lo que pasa? ¿Cuánta injerencia puedo tener? La Tierra y el Universo, con todo lo que incluye –también nosotros los “humanos”– existimos gracias a un sutil equilibrio, donde
todos influenciamos y somos influidos, donde cada acción provoca una reacción y no depende de nosotros solamente de cómo este gran ser que es la Tierra que nos contiene, nos cobija y alimenta encontrará ese equilibrio.

Quizás un día, cuando podamos decir, no sólo a otro ser humano, sino a todo lo viviente: “Yo soy Tú, Tú eres Yo”, no vivamos más pandemias, miserias o amenazas de extinción como la que vivimos hoy.