lunes, 5 de mayo de 2008

En el mes de las madres...

... algo sobre los padres



La paternidad es un conjunto de obligaciones de provisión económica, social y jurídica que no define el ser social de los hombres, de ahí que los hombres puedan desecharla con menor dificultad que las mujeres la maternidad.
Marcela Lagarde. Los cautiverios de las mujeres.



Socialmente esta definición es correcta; lo vemos permanentemente no sólo en las estadísticas de madres solas, de jefas de hogar, de padres ausentes, de demandas por pensiones. También lo verificamos en dichos populares o saberes que suenan a amenaza y a advertencia: "Él se casa inmediatamente luego de divorciarse; a ti, con hijos, ¿quién te mirará? "Madre hay una sola, papás hasta en el mercado…", etc.

Sin embargo, a pesar de esta realidad no podemos ignorar que quienes criamos a los hijos y futuros padres somos las mujeres, solas justamente por la ausencia no sólo física del hombre, sino por la ausencia suya dentro la casa. Su actuar como papá es principalmente de proveedor, de castigador en casos en que la madre ya no puede sola, de imponerse con normas, gritos o golpes en el peor de los casos. Aparentemente su actuación en cualquier escenario lo lleva a la ausencia en la vida de los hijos, pues no es quien se acerca afectivamente a ellos.

Pero ¿qué pasa realmente? ¿Cuál es su lugar dentro del alma familiar? ¿Tiene un lugar per se? ¿Alguien se lo da? ¿Lo que se manifiesta en la realidad es lo que de verdad se siente internamente? ¿O es una consecuencia de otras cosas?



Sabemos que la mujer, al ser la gestadora, tiene un lugar de máxima importancia en el mundo. De ella depende que la especie se perpetúe. El lugar de él será el de ayudar a que la vida continúe; de él dependerá la seguridad de la hembra, que en esta etapa está vulnerable y de él dependerá la sobrevivencia de los críos pues ella, mientras carga o amamanta, pierde autonomía.



Hasta aquí aparentemente el uno sin el otro no puede ser. Ambos están en paridad de condiciones. La mujer hace una entrega voluntaria y el hombre un servicio en aras de la perpetuidad de la raza humana. Sociedades como las árabes mantienen un estricto control para que esto se cumpla, pero en lugares donde se han relajado las reglas ocurre lo que mencionábamos antes: el lugar del padre queda solamente en el de proveedor y con la incursión de la mujer en el mundo laboral y productivo, más la inseminación artificial y esta sensación cada vez mas certera de que solas es mejor, él se va quedando sin lugar.



¿Cuál su función? ¿Realmente no le importan los hijos como dicen las estadísticas? Finalmente es él quien cree ciegamente y sin comprobar con exámenes de ADN que ese hijo es suyo y le dedica tiempo y dinero a su supervivencia en un acto de profundo amor; y más bien es ella que en condición de suegra dirá: "Los hijos de mis hijas son mis nietos"… poniendo en duda la palabra de la nuera, que no es de su clan.



Las mujeres somos quienes los gestamos, les hablamos, los esperamos, les tejemos o los abortamos. Somos las que transmitimos valores, enseñanzas. Con nosotras aprenden a ser cálidos, fríos o vulnerables. Nosotras les mostramos qué es bueno y qué es malo. Les advertimos qué rasgos del padre no deben tener y qué rasgos deberían imitar. Las mujeres decimos si es un buen padre o un mal padre; somos quienes nos quedamos con los hijos cuando nos divorciamos, y prohibimos a veces su acercamiento al padre. ¿Quién es entonces la encargada de darle un lugar, un reconocimiento?



La necesidad básica de todos los humanos es el reconocimiento, la necesidad de pertenecer, de tener un lugar. Cuando no lo tenemos, reaccionamos alejándonos o agrediendo –en medio, muchas variantes y formas de mostrarlo–, desde el alcohol, a todas las formas de violencia. Las encargadas de reconocerlos y darles un lugar y una función en el mundo somos las mujeres, reconociendo principalmente que sin ellos no hay vida, que ellos nos complementan, que los hijos son la mitad de cada uno; que si él tiene un espacio de respeto y confianza, el hijo está con él y confía; que si dejamos la comparación y los juicios sobre cómo debe ser un padre, el hijo valora ése que tiene y es el único, aquél que elegimos, aquél que ni el hijo ni nosotras podemos cambiar.



Si las mujeres hacemos un asentimiento al hombre elegido, igual que al inicio de la relación, dejamos libre al hijo para tomar tanto del padre como de la madre, y dejamos libre al padre de ser también en aquellos espacios que solamente nos reservamos para nosotras.



Solamente con este reconocimiento básico es posible que las cifras de madres solas y el aumento de adicciones disminuyan. ¡Feliz día para ellos! ¡Gracias por la vida!

1 comentario:

RoiZ dijo...

Madre! Visita mi pagina, hicimos algo lindo con Mariana.