Desde la mujer que soy,
a veces me da por contemplar
aquellas que pude haber sido;
las mujeres primorosas,
hacendosas, buenas esposas,
dechado de virtudes,
que deseara mi madre.
No sé por qué
la vida entera he pasado
rebelándome contra ellas.
Odio sus amenazas en mi cuerpo.
La culpa que sus vidas impecables,
por extraño maleficio,
me inspiran.
Reniego de sus buenos oficios;
de los llantos a escondidas del esposo,
del pudor de su desnudez
bajo la planchada y almidonada ropa interior.
Estas mujeres, sin embargo,
me miran desde el interior de los espejos,
levantan su dedo acusador
y, a veces, cedo a sus miradas de reproche
y quiero ganarme la aceptación universal,
ser la "niña buena", la "mujer decente"
la Gioconda irreprochable.
Sacarme diez en conducta
con el partido, el estado, las amistades,
mi familia, mis hijos y todos los demás seres
que abundantes pueblan este mundo nuestro.
En esta contradicción inevitable
entre lo que debió haber sido y lo que es,
he librado numerosas batallas mortales,
batallas a mordiscos de ellas contra mí
-ellas habitando en mí queriendo ser yo misma-
transgrediendo maternos mandamientos,
desgarro adolorida y a trompicones
a las mujeres internas
que, desde la infancia, me retuercen los ojos
porque no quepo en el molde perfecto de sus sueños,
porque me atrevo a ser esta loca, falible, tierna y vulnerable,
que se enamora como alma en pena
de causas justas, hombres hermosos,
y palabras juguetonas.
Porque, de adulta, me atreví a vivir la niñez vedada,
e hice el amor sobre escritorios
-en horas de oficina-
y rompí lazos inviolables
y me atreví a gozar
el cuerpo sano y sinuoso
con que los genes de todos mis ancestros
me dotaron.
No culpo a nadie. Más bien les agradezco los dones.
No me arrepiento de nada, como dijo la Edith Piaf.
Pero en los pozos oscuros en que me hundo,
cuando, en las mañanas, no más abrir los ojos,
siento las lágrimas pujando;
veo a esas otras mujeres esperando en el vestíbulo,
blandiendo condenas contra mi felicidad.
Impertérritas niñas buenas me circundan
y danzan sus canciones infantiles contra mí
contra esta mujer
hecha y derecha,
plena.
Esta mujer de pechos en pecho
y caderas anchas
que, por mi madre y contra ella,
me gusta ser.
jueves, 7 de febrero de 2008
otras voces..
No me arrepiento de nada
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6 comentarios:
Precioso.
Le voy a pedir prestada la última estrofa, ya?, me identifico con ella.
Marianita tiene mucha suerte de tenerla de mamá.
Saludos y mis respetos...
Hola Pao, muchas gracias por tus palabras.
Bienvenida a mi blog!
Yo a veces me dejo ganar por esas voces. Son más fuertes de lo que pensaba. Pero a veces - cada vez más - logro escapármele a sus miradas reprochadoras.
Muy lindo de verdad. Un saludo desde Chuquiago.
Gioconda Belli, tan bella y bélica, revelándose y rebelándose como mujer ¿plebeya? Gran poema en todo caso....(Saludos a la bella mami de la también Bellí.sima y poética Mar). Os sigo desde casi el silencio gustosamente ahora ya a ambas.
caricas,brisas,sentires .....es nuestro mi querida Carmen, gracias .
y.. suelto el cuerpo en los colectivos llenos y me dejo llevar por el intenso palpitar de la vida.. cuantas cosas me ha dejado y a ensenado de mi de nosotras ,todas.
No sabes cuanto te quiero.
Besotes
IRMA
muy lindo en serio, refleja como un espejo, con exactitud lo que a veces nos sucede a muchas mujeres. Lo escribiste tu???......suerte en todo lo q haces, no conozco tu trabajo de cerca pero me hablaron muy bien de el.Adelante!!!!
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